El ojo que mira,
penetrando lentamente en el objeto, se llena de la cruda substancia que de éste
se desprende. El intento del observador por socializar esa contemplación, tiene
siempre un sentido, independientemente de la forma en que nos la cuente. Si las
imágenes que tengo guardadas en mi memoria, hubiesen llegado a la de Peter
Blume o la de Paul Klee, hubieran sido expresadas de manera impresionante, pero
quizá muy pocas personas tuviesen la oportunidad de observarlas o entenderlas. La
realidad está ahí. Cada quien la percibe de acuerdo a su nivel de comprensión,
lo más importante hubiera sido que los jóvenes pudieran transformarla de manera
positiva.
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